En las alturas de la región de Cusco, a 3,700 metros sobre el nivel del mar, se alza un testamento impresionante de la ingeniería incaica que ha desafiado el tiempo durante más de seis siglos: el puente Q’eswachaka. Esta obra maestra de 30 metros de longitud, construida con paja y piedra sobre el río Apurímac, ha sido reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial desde 2013.
Cada año, en un espectáculo impresionante, la comunidad se reúne en una ceremonia única para derribar el puente del año anterior, dejando que sus cimientos caigan al río. En un esfuerzo comunitario, mujeres y niños recogen qoya-ichu, la paja necesaria para construir las nuevas bases del puente. Esta tradición, arraigada en los tiempos del Imperio Inca entre los siglos XV y XVI, persiste hoy en día, fortaleciendo los lazos entre las comunidades de Huinchiri, Chaupibanda, Choccayhua y Ccollana Quehue.
La renovación y el trabajo colectivo son valores fundamentales en la cosmovisión andina. Al igual que la cosecha sucede después de la siembra y la esquila sigue a la crianza de las ovejas, la construcción y renovación de obras arquitectónicas son parte del ciclo natural de la vida. La construcción del puente Q’eswachaka no solo es una demostración del arte y talento local, sino que también marca el inicio de un nuevo año en estas alturas.
Hoy en día, este puente va más allá de su función práctica; simboliza la conexión continua de las personas con su tierra y su historia. La renovación anual del Q’eswachaka desempeña un papel central en la cohesión social de las comunidades y es esencial para la construcción de su identidad cultural.
Para erigir el nuevo puente sobre el caudaloso Apurímac, las autoridades de cada comunidad se unen para recolectar y trenzar largas sogas llamadas queswas. Estas formarán los pasamanos y el piso del puente. Amarradas a las bases de piedra en ambos extremos del desfiladero, una extensa alfombra de ramas cubre la plataforma. Dos expertos en la tradición de tejer puentes de coya dirigen esta tarea, seguida de discursos de agradecimiento y un festín comunitario.
Los expertos señalan que el puente Q’eswachaka es un legado destacado de la red de caminos prehispánicos Qhapaq Ñan. Esta red fue una de las mayores obras de ingeniería de la historia, conectando distantes localidades a través de una serie de caminos. Los puentes, como el Q’eswachaka, eran esenciales para superar la accidentada geografía andina, y su construcción demuestra la maestría de los incas en la ingeniería y su profundo entendimiento del entorno natural.
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